viernes, 31 de diciembre de 2010

Feliciano, uno más en la familia cada 31 de diciembre

Estos días abundan los programas de repaso del 2010. Nos recuerdan los mejores momentos (y también los peores) del año que termina.

Las personas también hacen lo mismo. La gente suele hacer un balance de su año.
          Que si pasaron muchos buenos momentos.
          Que si fue mejor que el anterior.
          Que si el que viene será (todavía) mejor.
          Que si el verano fue inolvidable.
          Que si sus vidas cambiaron mucho.
          Que si esto.
          Que si lo otro.
Yo no me incluyo entre esa gente. Supongo que por falta de costumbre, ganas y... memoria.
No es raro que alguien me diga: "este año ha sido una pasada, mucho mejor que el anterior" ¿Ay sí? ¡Me alegro por ti! Yo no puedo afirmar lo mismo, ni lo contrario. Nunca me he parado a pensar en eso, y aunque lo hiciera no sería capaz de saberlo, no sería capaz de comparar un año con otro. Creo que ni siquiera de hacer un afirmación absoluta sobre el período transcurrido entre el 1 de enero y el 31 de diciembre.
Eso sí, podré decirte lo bien que me lo pasé este verano en Benicàssim. O el coñazo que ha sido estudiar para los exámenes.

Otra cosa común de fin de año es mirar hacia atrás y ver si hemos cumplido nuestros propósitos habéis cumplido vuestros propósitos. De nuevo no formo parte de esa gente. En efecto, jamás he hecho propósitos para el año nuevo. No es por cobardía, no es que no crea que sea capaz de cumplir lo que me propongo, si no de nuevo, porque no tengo la costumbre. Si no lo hago no me falta nada. Mi único propósito para el año que entra es ser feliz con la gente que me rodea y que ellos también lo sean (siento la cursilada, no es mi intención).

Una costumbre que sí tengo es la de pedir un deseo con las uvas. Un año me dijeron que eran doce y ¡me volví loca! ¡No tenía tantas cosas que pedir! He vuelto a mi único deseo, como siempre he hecho. De pequeña creía en él, y si no conseguía comerme todas las uvas me echaba a llorar.
Este año, mi deseo será como el de estos últimos años: sencillo y... bastante general.
¡Espero que se os cumpla el vuestro!

Finalmente, sólo me queda despedir esta entrada y este año con el "grito de guerra" con el que los Villar empezamos cada año nuevo:

¡Feliciano!